¿Cuántas veces nos hemos parado a escuchar una canción triste porque hemos tenido un día horrible y hemos terminado todavía peor de lo que estábamos? O más aún, necesitamos lamer nuestras heridas y nos “castigamos” escuchando ciertas canciones porque sabemos que es lo que nuestro corazón nos pide para poder seguir auto compadeciéndonos.
Pues sí, ese es el poder, el gran poder de la música. Tiene un poder sobre nosotros que tal vez no seamos conocedores hasta qué punto nos puede influir.
Normalmente, en la mayoría de los casos no nos damos ni cuenta de que el poder de la música es mucho mayor del que pensamos. Tan solo hay que mirar un poco atrás, unas meses atrás, cuando el confinamiento estaba a la orden del día y teníamos que estar por nuestro bien en nuestras casa. La gente, espontáneamente y un poco importado por nuestros vecinos los italianos que iban un par de semanas por delante de nosotros en todo esto que estamos viviendo, se empezó a salir a los balcones. La fiesta de los balcones se le llamó.
Desde personas como Hermann, enfermo de alzhéimer, que su cuidadora le hizo creer que a las 20:00 horas la gente salía al balcón para aplaudirle a él para tocar su armónica (y no a los sanitarios) hasta Manuel Segarra, profesor de la Orquestra de València el cual animaba a sus vecinos todas las tardes con su violín con peticiones que le iban haciendo.
Estas son pruebas que todos, en mayor o menor medida hemos vivido en algún momento de nuestra vida. Pero si nos ponemos a pensar, tanto en momentos tristes como alegres, la música, siempre está ahí. Por un instante, pensad en vuestra película favorita, en sus diálogos. ¿Qué más se escucha? Sí, música. ¿Sería igual una película sin su banda sonora? Pensemos en la mejor película de la historia, la que más premios haya recibido, estoy convencido que si le quitáramos la música, no tendría nada que ver. Pasaría a ser como un cuadro por terminar. Por muy de Picasso que fuera, si no estuviera terminado, no podríamos disfrutarlo en todo su esplendor.
Y si os he hablado de los momentos tristes, que buscamos poner música para que vaya acorde a nuestro estado de ánimo,… en los momentos alegres, hacemos lo mismo, ¿cierto? Buscamos piezas alegres que nos hagan sentir igual de bien e incluso pueden hacer que lleguemos a la euforia. Pues bien, como todo en la vida, la base está en el equilibrio, y aquí pasa exactamente lo mismo.
Os voy a proponer un reto. Pongamos que estáis tristes, no penséis en escuchar esa pieza o canción que estás imaginando, ¡no! Todo lo contrario, busca una que te vuelva a un estado neutro, que te haga ver las cosas desde un punto de vista calmado, sosegado y tal vez así, lo que te parece tan complicado, insuperable y traumático, pueda pasar a ser más llevadero. Y al contrario, en un momento en el que hayas recibido una grandísima noticia, algo que esperabas y que te ha hecho inmensamente feliz y estallar de alegría, intenta bajar ese estado de ánimo a un estado neutro, el cual te haga disfrutar de tu momento desde la tranquilidad.
Con este reto que os propongo no es más que buscar el evitar los estados de entradas en bucle, es decir, momentos tristes que se acentúan por el poder de la música pero que pasa exactamente lo mismo con los alegres. En un artículo de prensa, leía que cuando vamos conduciendo, si pones música tipo electrónica, agitada y muy movida tendemos a correr más e incluso a tener mayor número de accidentes. En cambio, si se escucha música más relajada o clásica, la conducción es más tranquila, a menor velocidad y los riesgos de sufrir un accidente se reducen.
Así que si lo traducimos a la música para la viola vamos a hacer lo siguiente:
Las piezas que he elegido no son ni excesivamente tristes ni alegres para buscar un plano neutro y a partir de ahí trabajar cada uno de nosotros con nuestras propias emociones y no dejar que estas nos impidan seguir con nuestra vida cotidiana.
Para poder profundizar un poco más sobre el tema os dejo un link en el que el episodio que escucharéis está dedicado en particular al tema de este post. El podcast se llama Entiende tu Mente y podéis encontrarlo íntegramente en Spotify.
Un saludo,
Carlos 😉